Le corbusier y el convento de Tourette

 



El Convento de Tourette es una estructura que representa las intenciones de una iglesia en decadencia y las creencias de un arquitecto antropocentrista. Para finales de la segunda Guerra Mundial, la moral entre los ciudadanos había decaído y las invenciones de la época habían alejado a muchas personas de la religión, lo que dejó a la iglesia en una posición donde debía adaptarse rápidamente para atraer a las personas nuevamente. La manera en la que la iglesia lo intentó fue a través de la creación de un monasterio que reuniera ideas viejas y nuevas de la religión, pero una estructura de tanta importancia solo podía dejarse en manos de una persona capaz, en este caso Le Corbusier, una persona que creía que los hombres alcanzaban la perfección mediante las obras majestuosas que podían crear. De esta manera, la situación permanece en que la iglesia necesita una estructura nueva y diferente; y un arquitecto que la hace no por la religión, sino por el amor al arte de crear estructuras majestuosas que le conecten con su origen.

 

Con la llegada de nuevos tiempos el estatus quo deja de ser, lo que obliga a sus gobernantes a adaptarse o a ceder su trono. Tal fue el caso de la iglesia que desesperada por los rápidos cambios buscaba nuevas maneras de conservar a sus adeptos; donde sus viejas estructuras y convicciones ya no eran suficientes para sostener su reinado, por lo que un lavado de cara tenía que ocurrir. Es por esta razón que el Convento de La Tourette se construye, una estructura que combina diferentes aspectos de diferentes épocas y creencias, que inspira sociabilidad para cada una de las personas. Como resultado, el monasterio tiene un diseño geométrico modernista, de dimensiones cuadradas, que constituyen tres pisos horizontales, ventilación vista en casas comunes y columnas de acero vistas en la época. Esta modernización contrasta con los aspectos de la época medieval que también inspiraron esta estructura, como el tipo de iluminación. Esta estructura buscaba unir, y lo hace de una manera increíble, lo viejo y lo nuevo, manteniendo una apariencia común, que hace sentir como en casa, pero unos aspectos medievales que lo hacen resaltar de cualquier otra estructura.

 

Le Corbusier fue un arquitecto sobresaliente, en que logró unir estos dos mundos y darle su propio toque inspirado en sus creencias, lo que hace de esta estructura una verdadera joya de la historia. Diseñó este convento con la intención de unir a las personas con la religión y la naturaleza, a pesar de no ser religioso (en lo referente a la iglesia católica). Le dio toques únicos, permitiendo de forma consciente que creciera hierba en el techo para que las personas encontraran la estructura como un lugar de meditación y la conexión con la naturaleza. Este aspecto en específico lo creó ya que él creía que la perfección en las obras del hombre se conseguía mediante la meditación de la naturaleza; mezclar las obras del hombre con las obras naturales eran para él la obra perfecta.

 

Son estas diferencias, entre la iglesia y Le Corbusier, las que permitieron el origen de semejante estructura, que une ideas de distintos orígenes. Una iglesia que busca unir lo nuevo con lo viejo, y un arquitecto que busca unir sus obras con la naturaleza, dan origen a una estructura que a pesar de ser costosa, aparenta tener elementos comunes, a pesar de ser nueva, tiene elementos medievales y a pesar de ser una estructura católica, tiene elementos antropocentristas. No hay estructura en la Tierra que tenga estos elementos unidos, elementos que parecen tan contradictorios pero que son unidos con grandeza, dando origen a una estructura de la que no puedes apartar los ojos por su extrañeza. El Convento de La Tourette es un símbolo a la unidad, de que no importan las diferencias, nuevo o viejo, religioso o ateo, cuando los elementos se unen surgen obras magnificas, dignas de admiración.

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